🎙 Por Lorena Tablada ✍️
Nadie de nosotros lo vio llegar, pero recordamos la primera vez que apareció. Fue después del recital de Depeche Mode en La Plata. El aire todavía traía ecos de sintetizadores. Le pusimos Dave, por Gahan, el cantante de la banda synthpop. Había algo de estrella en su andar callejero.
En casa lo apodamos Doctor. No por haber estudiado, sino porque llegaba con heridas de guerra, como si viniera de atender un mundo que no le devolvía el favor. Médico sin fronteras, paciente sin historia clínica. A veces se recuesta ladeando la cabeza, como si trajera en ella todos los mapas de sus andanzas. Esos ojos que miran silentes, la respiración pausada, y el cuerpo que pide tregua.
Pero hay otro lado. Uno casi cómico, absurdamente tierno. Maúlla con tono de huésped exigente. Pide su memita —la leche tibia que toma como si viniera del minibar de un hotel boutique— y su comidita húmeda con exactitud gourmet. No acepta menos: no es un simple huésped... es el cliente VIP del hotel boutique felino más tierno del barrio. Le falta la bata con sus iniciales bordadas y una campanita para llamar al personal de servicio.
Ese maullido exigente no es un pedido cualquiera, es casi una orden diplomática: “Señorita, mi tacita está vacía. ¿Podría servirme más leche?”
Y nosotros corremos a darle su leche como si fuéramos parte de una recepción de lujo que solo él conoce. Ese intercambio tiene más códigos que un check-in internacional.
Nunca quiso quedarse del todo. Su casa es la calle, pero lo resguardamos cuando podemos. Y él se recuesta, se acicala, duerme y por un rato todo está bien.
Hay algo profundamente humano en su forma de venir y partir. No se deja retener, pero vuelve. Y eso basta para que el corazón aprenda su ritmo.
Porque a veces, los vínculos más sinceros no se miden por permanencia, sino por la forma en que se eligen. Y Dave, nos sigue eligiendo. Aunque sea por un rato. Lo esperamos sin saber si vendrá. Y cuando lo hace, sentimos que trajo algo del mundo de afuera para que lo cuidemos un rato.
Ídolo sin escenario fijo. Médico sin fronteras, pero con la misión de sobrevivir. Cada visita suya es un pequeño acto de fe. Una nota aguda en una canción que solo él sabe cantar.
Todo lo que siempre quise
Era que volviera.
Con pasos suaves, sin avisar.
Todo lo que siempre necesité
