"Los queremos armar antes de las vacaciones", dice en una pausa Roberto Boero, trabajador histórico del colegio y jefe del equipo de mantenimiento que integran además Matías, Santiago, Darío, Cristian, Saúl y Pablo. Antes fabricaron las mesas del interior del buffet, en uso desde la reciente inauguración.
El taller de Roberto donde todos lijan y pintan sin parar durante la mañana está ubicado en uno de los patios del edificio, al lado de la huerta. Entre los muebles, un sinfín de herramientas, monitores y ventiladores que hay que poner a punto y volver a usar se esconde también un cartel que alguna
vez llegó y ahí quedó. Dice: "Acá se puede todo".
La directora del colegio, Constanza Erbetta, coincide: en el taller de Roberto se puede todo. "Él y sus muchachos no sólo hacen posible todo aquello que necesitamos (muebles, reparaciones, pintura, etc.) sino que además siempre lo hacen con ganas. Y si bien todos los que formamos parte del Liceo sabemos de su trabajo y compartimos junto a ellos la labor cotidiana en la escuela, nos parece importante que la comunidad de padres y estudiantes los conozca. La Escuela no podría cumplir su misión sin la tarea entusiasta y permanente de los trabajadores no docentes".
