Es un trabajo de un equipo de investigadores del CONICET en colaboración con un colega chileno. Del estudio se desprende que el “enjambre” de astros se encuentra a 2.700 años luz de la Tierra y tiene una corta vida en términos astronómicos: 2 millones de años
Para la astronomía, los cúmulos abiertos de estrellas son excelentes laboratorios que permiten indagar acerca de los complejos mecanismos que implica el proceso de formación estelar. Se trata de enormes enjambres de cientos o miles de estrellas surgidas a partir de la misma nebulosa de gas y polvo que, por haber nacido casi simultáneamente y en un idéntico escenario, comparten muchas de sus características físicas y se encuentran casi a la misma distancia de la Tierra. Estos objetos, unidos por su mutua gravedad, coinciden en la proporción de los elementos químicos que los componen, aunque se diferencian en tipo y tamaño, según cuánta materia pudo "rapiñar" cada uno de la nebulosa madre. Así, las más masivas serán más calientes y brillantes que las menos masivas, aunque estas últimas sean las más numerosas.
En un trabajo de reciente publicación en la revista científica Monthly Notices of the Royal Astronomical Society (MNRAS), los astrónomos Santiago Orcajo y Roberto Gamen, becario e investigador del CONICET, respectivamente, en el Instituto de Astrofísica de La Plata (IALP, CONICET-UNLP), en colaboración con Lucas Cieza, de la Universidad Diego Portales (UDP) de Santiago, Chile, exponen las conclusiones de una exhaustiva investigación que combinó diversas técnicas de observación y análisis y permitió describir en detalle las características esenciales del joven cúmulo abierto Monoceros R2 (Mon R2).
Las primeras observaciones sobre Mon R2 se hicieron utilizando la Red Global de Telescopios del Observatorio Las Cumbres (LCOGT, siglas en inglés para Las Cumbres Observatory Global Telescope Network), una red de 25 telescopios ubicados en siete puntos repartidos por el mundo (Australia, Chile, España, Estados Unidos, Israel y Sudáfrica) que se controlan a distancia y funcionan como un único y potente instrumento. “El uso de este equipamiento nos permitió observar el cúmulo durante 23 días seguidos sin interrupciones y estudiar en detalle y sin perder intervalos de tiempo cómo iba variando ligeramente la luz de cada estrella”, explican los investigadores, y amplían: “Así, pudimos determinar los tiempos de rotación de cada una e identificar diversos sistemas, como los binarios, que contienen más de una estrella”.
El siguiente paso requirió el uso de otro potente instrumento, el Observatorio Internacional Gemini sur, ubicado en Chile, perteneciente a un consorcio internacional financiado por Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Corea del Sur y Estados Unidos, que les permite a estas naciones utilizar dos gigantescos telescopios de 8 metros de diámetro e instrumentos de última generación ubicados uno en cada hemisferio. “En esta etapa del estudio –detallan–, logramos observar los espectros de más de cien estrellas del cúmulo con el objetivo de clasificarlas. Así, encontramos una rica población de estrellas más pequeñas y frías que nuestro Sol”.
Por otra parte, el equipo utilizó datos astronómicos de libre acceso, obtenidos por la misión espacial