Por: Romina Pesce, médico especializada en ginecología y obstetricia, MN 105243
La sociedad ha experimentado un cambio significativo en la edad a la que las mujeres deciden tener hijos. Si bien en el pasado era común ser madre a una edad temprana, cada vez más mujeres optan por posponer la maternidad hasta después de los 35 años. Las razones son diversas: mayor enfoque en la educación, búsqueda de mejor desarrollo profesional y autonomía financiera, más acceso y control contraceptivo o simplemente un deseo personal de vivir otras experiencias antes de la maternidad. Sin embargo, esta decisión también conlleva desafíos médicos y biológicos que no pueden ignorarse.
La búsqueda de embarazo luego de los 35 años puede dividirse en dos dimensiones de riesgo: riesgo de infertilidad y riesgos propios de embarazo en edad materna avanzada. En cuanto a la fertilidad femenina, esta disminuye naturalmente con la edad, lo que significa que a partir de los 35 años, la probabilidad de concebir de forma natural se reduce. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), alrededor del 17,5% de la población adulta, aproximadamente una persona de cada seis en todo el mundo, experimenta infertilidad.
Por otro lado, a medida que la edad avanza, también aumentan los riesgos durante el embarazo, 17% de la población ha experimentado algún tipo de dificultad en la búsqueda de embarazo. Gestar luego de los 35, de los 40 y, más aún, luego de los 45 años, trae aparejado un aumento de riesgo de padecer enfermedades propias del embarazo. Hipertensión asociada a la gestación, preeclampsia, eclampsia, retardo en el crecimiento intrauterino o defectos de la placentación, aumentan con gestaciones en mujeres añosas, independientemente si el óvulo es propio o donado.
Más allá de los riesgos, las mujeres que experimentan dificultades para concebir o que enfrentan complicaciones durante el embarazo pueden sufrir un impacto emocional significativo. La infertilidad puede generar un profundo sentido de vergüenza, pérdida, ansiedad, depresión, ira y sentimientos de fracaso, tanto física como sexualmente , sumado a estigmas sociales. Estos efectos pueden llevar al aislamiento, ostracismo y en casos extremos, rasgos de violencia a mujeres, según su contexto socio cultural, es decir, la importancia de tener hijos para la relación matrimonial, dinámicas de poder de género dentro de la familia y factores religiosos, políticos y económicos. Además, también pueden experimentar estigma y vergüenza al buscar ayuda, lo que finalmente reduce la posibilidad de embarazo.
Si bien la edad es un factor determinante en la fertilidad, el estilo de vida también juega un papel importante. El tabaquismo, una dieta poco saludable, la falta de ejercicio físico y el estrés excesivo pueden afectar negativamente la fertilidad tanto en hombres como en mujeres. Se estima que el 13% de los casos de infertilidad femenina están relacionados con el tabaquismo. Por lo tanto, es vital que hombres y mujeres sean conscientes de estos factores y tomen medidas proactivas para mantener un estilo de vida saludable.
Afortunadamente, los avances en las tecnologías de reproducción asistida han mejorado significativamente las tasas de éxito en los tratamientos de fertilidad. Actualmente, se ha avanzado para mejorar medios de cultivo secuenciales, se logró mejorar la llegada de desarrollo a blastocisto (estado de embrión en el día 5 con mayores oportunidades de implantar.) como así también, se han generado alternativas de tratamientos con gametas donadas y subrogación. Hoy, 1 de cada 3 tratamientos de alta complejidad, se realizan con gametas donadas, logrando tasa de embarazos y recién nacidos vivos en torno al 50 % o más.
Ser madre a cualquier edad es una decisión personal que debe tomarse con conocimiento y responsabilidad. Por lo tanto, es fundamental que las mujeres que deciden ser madres, sobre todo después de los 35 años, estén informadas sobre los desafíos médicos y biológicos que esto implica. Es importante buscar asesoría médica y apoyo emocional durante todo el proceso. La planificación cuidadosa, el estilo de vida saludable y el acceso a la atención médica adecuada pueden aumentar las posibilidades de un embarazo y un parto exitoso.
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