Es el pichiciego menor, que desarrolló esa característica única para adaptarse a su entorno. El estudio fue realizado por un equipo de científicos y científicas del CONICET
El pichiciego menor (Chlamyphorus truncatus) o armadillo hada rosa es el armadillo más pequeño que se conoce. Por su vida nocturna y subterránea, este mamífero endémico del centro de la Argentina, que llega a pesar apenas 100 gramos y a medir menos de 15 centímetros y que se alimenta de hormigas y otros insectos, ha sido muy difícil de estudiar. Con el objetivo de contribuir a profundizar el conocimiento sobre esta especie, un equipo de investigación del CONICET y la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), compuesto por profesionales que se desempeñan en las facultades de Ciencias Naturales y Museo (FCNyM) y Ciencias Veterinarias (FCV), realizó un exhaustivo estudio sobre su sistema tegumentario, es decir la piel y las estructuras que se desarrollan en ella, como pelos y glándulas, y pudo identificar características únicas no solo respecto de las otras especies de armadillos que existen sino también del resto de los mamíferos, como una doble capa de piel y la flexibilidad de casi todo su caparazón, además de otras capacidades biomecánicas para adaptarse a su entorno. Las conclusiones del trabajo fueron publicadas recientemente en la revista científica Journal of Zoology.
“La principal novedad es la extrañez de su piel. En cuarenta años dedicado a este tipo de estudios, nunca vi un mamífero con la piel así, es algo muy distinto a todo lo conocido”, subraya Claudio Barbeito, investigador del CONICET en la FCV y autor de la publicación. “Investigaciones anteriores ya habían dado cuenta de la existencia de su doble capa de piel, pero la descripción quedaba en eso, y se centraban más que nada en la coraza rosa que lo protege, y que era muy distinta a la del resto de los armadillos. No se había estudiado hasta ahora cómo es esa coraza y cómo está conformado el pelaje que tiene debajo”, cuenta Cecilia Krmpotic, investigadora del CONICET en la FCNyM y primera autora del trabajo.
Para este estudio exhaustivo, el equipo utilizó ejemplares de la colección del Laboratorio de Morfología Evolutiva y Desarrollo de la FCNyM, que sirvieron para analizaren detalle la morfología de la particular armadura deC. truncatus, característica por su peculiar color rosado. “En los armadillos, en general, este escudo protector se divide en tres partes: una que cubre la cabeza, otra que cubre dorsal y lateralmente el cuerpo (dividida, a su vez, en un escudo escapular, una zona de bandas móviles, y un escudo pélvico) y un estuche caudal que cubre la cola.Este recubrimiento está compuesto por pequeñas osificaciones articuladas recubiertas por escamas córneas y asociadas a pelos y glándulas. En C. truncatus, sin embargo, la coraza dorsal está conformada únicamente por bandas móviles ligeras y flexibles y el escudo pélvico es perpendicular a ellas”, destacan los y las expertos y expertas. Según cuentan, esta armadura no solo les ayuda a protegerse de posibles predadores sino también a adecuarse a los espacios subterráneos que ocupa: “Precisamente, las osificaciones del escudo pélvico tienden a fusionarse entre sí y con la cintura pélvica y el sacro –las vértebras fusionadas entre los huesos de la pelvis– de manera que actúan como un pistón, compactando sedimentos en la parte posterior de los túneles a medida que el armadillo avanza”.
Una de las cosas que llamó la atención de los y las profesionales fue el pelaje subyacente a la coraza que, a nivel microscópico, presenta similitudes con el que se encuentra en otras especies que no guardan parentesco alguno con los pichiciegos, como topos marsupiales o ratas topos, pero que siguieron el mismo camino evolutivo para adaptarse a ambientes subterráneos. Según Martín Ciancio, investigador del CONICET en la FCNyM y autor del estudio, “esto es curioso porque lo que se conoce de alguna especie fósil pariente de este animal sus ancestros tenían una coraza más o menos parecida a la de cualquier armadillo, pero en este caso presentan características comunes con especies de otros grupos de mamíferos por el tipo de hábitat y, también, fuertes modificaciones divergencias respecto de las características propias de su grupo, por ejemplo, que la coraza esté totalmente modificada respecto del patrón ancestral”.
En ese sentido, el investigador del CONICET en la FCNyM Alejo Scarano, también autor de la publicación, agrega: “Resumidamente, este animal reúne convergencias evolutivas con otros grupos totalmente alejados de los armadillos, y retiene características propias de su grupo, como esa coraza dorsal, pero altamente modificada. Ese juego de características únicas es muy interesante desde el punto de vista evolutivo y sirve para ver cómo la selección natural fue moldeando a través de la historia las características propias del grupo, dependiendo del entorno donde se especializó para vivir”.
El equipo estudió secciones histológicas con y sin osteodermos –las placas óseas que forman parte de ese caparazón– para comprender su estructura y composición, y profundizó el estudio utilizando microCTs (micro tomografías computadas de alta resolución) –con equipamiento de la Facultad de Odontología de la Universidad de Buenos Aires (UBA)– con el objetivo de describir su micromorfología. “Las placas que presenta este animal son extremadamente delgadas, de no más de medio milímetro de grosor. Entonces, las microCTs nos dan un nivel de detalle único: una tomografía médica estándar está en el orden del milímetro o del medio milímetro, mientras que en estas microCT hablamos de 16 micrómetros. Si consideramos que un micrómetro es la milésima parte de un milímetro, estamos ante algo extremadamente pequeño”, cuenta Scarano. Este análisis profundo permitió unir información de la macro y microestructura de los osteodermos y elaborar un modelo 3D de la distribución de los tejidos que lo componen para ver cómo se vinculan.
Los resultados muestran que su sistema tegumentario es único, ya que presenta la mencionada y peculiar segunda capa de piel de la que crecen pelos blancos, sedosos y flexibles, ubicada bajo el caparazón, que habría sido desarrollada hace millones de años como respuesta a sus hábitos casi exclusivamente subterráneos. Además,las y los profesionales vieron una modificación de la disposición de los pelos en los primeros osteodermos pélvicos que sugiere adaptaciones biomecánicas para lograr una mejora en el desplazamiento a través de los túneles de suelos arenosos. Según se estima, el estilo de vida subterráneo fue adquirido por un linaje ancestral de la especie entre 32 y 17 millones de años atrás, a raíz de los cambios en las condiciones ambientales de los ecosistemas que habitaba.
Cabe destacar que este tipo de estudios sobre la piel y pelos de la especie, sumado al de sus órganos sensoriales como las vibrisas –pelos rígidos especializados que sirven como elemento sensorial táctil– es importante para entender cómo el armadillo compensa su sistema de vigilancia ante un posible peligro, considerando el reducido desarrollo de sus ojos. “Se trata de nuevos aportes al conocimiento de este peculiar mamífero endémico de nuestro país que también brindan información relevante para su conservación. Las características tan específicas que presenta hablan de adaptaciones a un medio particular, que tienen que ver con un proceso que se dio a lo largo de la historia de la evolución del grupo. Es un animal muy difícil de ver, que vive enterrado y con una distribución acotada. Entonces, es importante estudiarlo porque nos da herramientas para su conservación, ya que el ser un animal tan especializado y distribuido en regiones tan específicos, con hábitos tan particulares, cualquier pequeño cambio en la zona en la que se distribuye podría generar la pérdida de la especie”, destaca Ciancio para finalizar.
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