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Podría comenzar este texto presentándome, hablando de mí, vendiéndome, o simplemente explicando quién soy porque a muchos nos gusta hablar de nosotros mismos, fingimos tener poca autoestima pero son pocas las veces que nos percatamos y nos damos cuenta que en verdad nos encanta en más de una oración ser solo nosotros, elevando el “yo” en su máxima expresión.
Justamente eso es lo que no quiero, así que juego a ser anónima, y es aquí donde me involucro de lleno con el tema, hoy lo oculto está un poco desactualizado porque continuamente nos exponemos –y muchas veces por elección propia- frente a las redes sociales, pero ¿quiénes somos realmente? ¿en verdad nos llena hacer eso? Y la mejor de las preguntas, ¿por qué lo hacemos?
Vamos por parte, ¿por qué creen que escribo esto? La realidad es que yo vivía pendiente de Instagram, Facebook y Twitter, al punto de tener el celular en la mano y cada dos segundos chequear todo, ¿para qué? ¿por qué? ¿qué nos devuelve eso? Hace más de 15 días que cerré mis redes, ¿vos te animarías a hacerlo?
Un día me desperté con intención de sacarme algunas fotos desde la cama para subir a mi estado de Instagram y mostrar que me costaba levantarme, y ahí me dije, ¿pero qué estoy haciendo? Y de repente me di cuenta en lo que estaba metida. Ninguna foto me agradaba, y al asumir el por qué fui entendiendo todo. ¡No me gustaban las fotos porque me sentía fatal! Y aun así quería expresar sonrisas en internet.
Y para ser más franca lo que no me gustaba no era una foto, ¡era yo!, yo en ese estado, atravesando un momento triste, el cual no me permitía aceptar porque estaba concentrada en la constante búsqueda de la perfección para poder subir una imagen agradable y que pegue entre mis contactos, ¿qué superficial, no?
¿Cuántas veces subimos algo que no tiene nada que ver con lo que realmente estamos pasando?, y la otra pregunta es ¿por qué deberíamos subir lo que nos pasa? ¿a cuánta gente de la que conocemos en las redes realmente le importa, le llega, o aprecia nuestro mensaje? La vulnerabilidad de lo superficial está a flor de piel, ¿y qué buscamos realmente cuando alguien nos da like?
Un corazón cibernético nos devuelve la seguridad que perdimos cuando bajamos la mirada aquella vez y nos quedamos en silencio porque no sabíamos qué decir. Silencio que se transforma en algo incómodo con el que no sabemos convivir, porque ya nos olvidamos de lo que es la mirada en vivo y en directo, ahora todo pasa por una publicación. Todo se soluciona con la inmediatez del like que nos regalan en las redes.
Seamos francos: ¿quién sube una mala foto a las redes? Los ojos cerrados, las piernas chuecas, los defectos, los granos, las imperfecciones quedan afuera de este sitio. En pocas palabras, la realidad no existe. Filtro, luz y retoque es la solución para que todo brille, ¿y nuestro corazón que filtro tiene?
¿Cuál es el verdadero significado de subir cada cosa qué hacemos? ¿A quién se lo queremos mostrar? Y lo más importante ¿Por qué? Una foto recibe 50 corazones, pero lo importante es que un solo corazón se pinte de color, y es el tuyo.
Una persona miró tu estado de Instagram, pero no miró tus ojos, solo conoce una pequeña porción de lo
que realmente pasa, y solo puede ver lo que querés mostrar, pero aun así nos engañamos y creemos conocerlo todo. ¿Te animas a mirarme fijo a los ojos y saberlo todo?
¿Qué hacíamos cuando esto no existía? Te invito a recordar, a separarte un poco de esta realidad irreal casi perfecta, a encontrarte con vos mismo sin esperar nada de nadie. Te propongo dar like con la boca a través de besos, abrazos, caricias, palabras y miradas. El mundo es muy grande para caber adentro de una pantalla, te espero aquí afuera de la burbuja, donde el filtro es tu límite, y vos sos tan inmenso que la única aprobación que necesitas es la tuya.
