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viernes, 21 de febrero de 2020

Historias de Vida - Meditando con mamá

Cuando estaba embarazada tenía mis miedos, como toda madre, algunos inventados y otros sumamente justificados. No es fácil estar en mis zapatos




Ya sabes nuestra historia, siempre repito la breve introducción; Roma , 900 grs, 30 semanas , prematura extrema de alto riesgo, 3 meses en Neo,Silver Russel, etc! Lo que no sabes es el durante, el mientras tanto; lo que fue la panza. Efímera y pequeña, hoy a años luz de distancia me atrevo a decir hermosa.



Los primeros tres meses de embarazo fueron fatales para mí, solo podía comer sandwich de queso con pan árabe, el resto terminaba en vómito. Luego vino el reposo absoluto, y a los 7 meses Roma ya estaba afuera. El "disfrutá La panza" me quedó grande a mi. Y la ropa que me compré para lucir embarazada, nunca la usé.



A la semana 23 nos diagnósticaron restricción de crecimiento, lo que significaba que era pequeña para su edad gestacional. Al principio venía bien pero luego las ecografías comenzaron a ser cada una semana, cada tres días, cada dos, hasta que un día el obstetra dijo "tiene más chances afuera que adentro" y no se habló más.



Crees que es fácil para una embarazada el reposo y el miedo? Estar a solas pero acompañada con vida adentro y no poder asegurar nada , excepto amor incondicional. Todos me pedían que me tranquilice , y que si no lo hacía se lo transmitía al bebé. Yo pregunto, cómo hace una mamá para estar calmada con un reposo absoluto y sin garantías? Con el diario de ayer todo es más fácil, pero esa espera que desespera te la regalo.



No voy a mentir, en más de una oportunidad el pánico se apoderó de mi, y como bien sabes, el miedo paraliza y abre una puerta a la máquina de pensamientos irracionales que causan una psicosis total. Cómo callar la mente? La respuesta es meditando.



Prendía una vela, cerraba los ojos, acompañaba con música, le pedía permiso a mis ancestros, mis antepasados y me entregaba a la meditación. Flotaba en el aire con las manos en la panza y podía

sentir los latidos de mi hija, sus patadas, su mundo que ahora era mío. Lo hacía más de una vez al día y era lo único que podía callar mi ansiedad y combatir mi miedo.



En la última eco que me hicieron Roma se movía tanto, tanto que no podían observarla, fue en ese instante dónde respiré profundo y me puse a meditar en el consultorio. Tal vez me tomaron por loca, pero funcionó. Por instantes tenía la seguridad de que todo estaba bien.



Cuando Roma nació y estuvo internada, pasamos por muchas , MUCHAS, y recuerdo que cada vez que se disparaban sus alarmas; por taquicardia, agite, o lo que sea, yo sacaba una tranquilidad irreal y la guiaba al campo de la meditación.



Parece una pavada o una locura, pero todos sus valores se normalizaban. Creí tener el poder pero en verdad entendí que la calma siempre vino con ella. Cuando lo peor pasa y vos tenés el don de estar tranquila y guiar a tu hija para tranquilizarla, significa que realmente existe la unión de la luz y el amor entre ambas. (Yo la tuve, yo la tengo).



Ahora hay días buenos y otros no tantos cuando estos últimos se presentan, pongo música, acaricio a Roma y conectamos, nos vamos a otro campo, la paz llega, el llanto termina, la lluvia para, y el olor a arena se hace presente. Algo o alguien nos guía, adentro y afuera de la panza.



Hay una conexión, el hilo rojo existe y justamente se trata de amor incondicional, el que alimentamos día a día como familia. Roma vino para enseñar.



Por Mar Ch

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