Hace un tiempo venimos contando el descontento de la clase media hacia el gobierno. Paradógicamente fue quizás la más beneficiada por sus políticas pero la inseguridad, la política de confrontación y el ninguneo sistemático de la realidad produjeron un descreimiento de la gente hacia su gobierno.
Hace poco contábamos que no se puede gobernar a un pueblo que no te cree. Caso testigo es el INDEC. ¿Quién a esta altura puede creerle a sus estadísticas?
Un año atrás destacábamos que lo mejor que tenía este gobierno era la oposición, sencillamente impresentables. Pero este año todo cambió. Surgió un candidato que plantea una alternativa a una sociedad que está girando a la derecha y que de no tomar el oficialismo acuse de la realidad debiendo realizar cambios estructurales en su política de seguridad y economía, quedará encerrado en su encriptamiento ideológico, lo que le permitirá a Sergio Massa en 2015 ser el nuevo presidente de los argentinos.
El gobierno tiene la oportunidad de seguir avanzando en las políticas que han generado la re-industrialización del país y la contención social de los sectores más vulnerables, pero o toma a la seguridad como una política
de Estado y trata de volver a ganarse la confianza de la ciudadanía o estaremos viendo el final de una década donde se lograron muchas cosas, pero también se agudizaron problemáticas que afectan sensiblemente al ciudadano de a pié.
Todos tenemos algún amigo o pariente víctima de la inseguridad. Todos hemos visto cómo la droga, responsable directa de algunos crímenes aberrantes, ha crecido como nunca su consumo en la juventud. Todos sufrimos la inflación y vemos cómo el discurso oficial se diluye en la realidad. Ningún político le puede decir a un ama de casa el costo de la canasta familiar.
El desafío de la gobernabilidad
Cuando vemos que el dólar trucho está por encima del euro queda claro que hay vastos sectores que apuestan a la especulación y otros simplemente no creen en nuestra moneda. La historia argentina es recurrente y con un pueblo que no cree en sus gobernantes -parte por errores de los mismos y gran parte también por un aparato político-empresarial-mediático que trabajó vergonzosamente para horadar esa credibilidad- el desafío K no es el crecimiento de la oposición ni las ratas que abandonarán el barco el verdadero desafío es empezar a escuchar más, confrontar menos y superar la dogmática ideológica que puede terminar siendo la autodestrucción del kirchnerismo.