Vista del Parlamento de la India, la institución democrática representativa más grande del mundo, bloqueado por la laberíntica actualidad política del país. EFE |
"Hubo gente -cuenta este hombre ligero y barbado, cocinero de profesión- que me dijo que cometiera un crimen para que se note que estoy vivo, pero prefiero usar un camino correcto en el momento apropiado".
La desventura del sorprendente candidato comenzó con la llegada a su pueblo (Chitawni, en la región norteña de Uttar Pradesh) de un equipo de rodaje a las órdenes del actor Nana Patekar, y Singh, huérfano desde niño, logró que este le contratara como cocinero. Singh se marchó a Bombay con Patekar y allí se casó con una mujer de casta intocable con la que tuvo un hijo, pero a su vuelta al pueblo, en el año 2003, descubrió que unos tíos y primos habían denunciado su desaparición y simulado sus rituales funerarios.
Aunque la discriminación por casta está prohibida en la India, en muchas zonas rurales casarse con una persona "intocable", el más bajo grupo de la escala social hindú, sigue considerándose un deshonor y lleva aparejada la pérdida del propio estatus. A Singh, romper con el tabú de casta le supuso además perder doce acres de tierra que pasaron a manos de sus familiares cuando fue emitida su acta de defunción.
"Fui declarado muerto. Cuando me quejé a la administración, me dijeron que (con las tierras) había demasiado dinero en juego y que era mejor que me marchara y viviera mi vida", comenta Singh, que denuncia haber recibido palizas por parte de los funcionarios.
La India celebrará su elección presidencial el próximo mes de julio, pero se trata de una votación parlamentaria en la que el candidato gubernamental, Pranab Mukherjee, parte con ventaja, y Singh no tiene posibilidades de resultar elegido. Pero su método de protesta, presentarse a presidente, se le ocurrió tras constatar que la lucha en la justicia, una brega diaria por los tribunales durante los últimos años, le resultaba demasiado cara y amenazaba la propia manutención de su familia.
Ahora, este cocinero rural se pasea por las calles delhíes con un cartel en el que se lee "Uttar Pradesh me ha declarado muerto pero estoy vivo", y una copia de los papeles presidenciales que ponen de manifiesto su sorprendente situación.
"Esto es como sufrir un problema físico y mental. ¿Cómo te sentirías si te declararan muerto? Estoy viviendo como si estuviera acostado en una pira funeraria", asegura el candidato, que dice no contar con apoyos económicos de ningún tipo.
Uttar Pradesh es una de las regiones indias menos desarrolladas, y son habituales las denuncias de malas prácticas administrativas, corrupción e ineficacia de las fuerzas de seguridad, mucho peor entrenadas que las de las grandes ciudades del país. De cuando en cuando saltan a los medios casos de ciudadanos como Santosh Kumar Singh, que optan por protestar ante las supuestas injusticias con medidas inusuales.
Hace seis meses, un encantador de serpientes arrojó una bolsa llena de estos reptiles en unas oficinas del Gobierno indio en Uttar Pradesh en protesta por la falta de respuesta oficial a su deseo de montar un serpentario. Los empleados en cuestión tuvieron que salir corriendo para salvar sus vidas, pero una protesta de este cariz no es algo que contemple el "muerto" Santosh Kumar Singh, en parte por su propio sentimiento de responsabilidad hacia su familia.
"No quería que se sintieran mal. No estoy en contra de nadie y en realidad no quiero ser presidente. Solo me he registrado para mostrar que estoy vivo", asegura este cocinero, antes de marcharse a una entrevista con una radio local.
"La India -concluye- era grande, fue una nación grande, es grande y será grande, pero en la administración rural hay mucha corrupción. Allí no todos somos iguales. El pez grande se come al pequeño".
EFE