Por: Ricardo Jaén. Analista y Consultor político.
Escuchando por radio la columna literaria de la talentosa Flavia Pittella, en el programa de Jorge Lanata en radio Mitre, en él cual recomendó la lectura de un maravilloso libro de Terry Eagleton cuyo título me inspiró este artículo: Esperanza sin optimismo.
Dos palabras que habitualmente se utilizan como sinónimos y que en realidad son antagónicas cuando se las usa para proyectar un diagnóstico sobre una situación.
El optimismo no necesita más que creer que lo mejor va a pasar casi asociándose a un sentimiento mágico fetichista del cual es muy afecta la política argentina.
Yo no veo el vaso medio vacío sino medio lleno. Esta es una de las expresiones que popularmente refleja la mirada optimista de una situación sin que medie análisis alguno que no sea “tener una mirada positiva del futuro”.
Por ejemplo:” el problema de las tarifas tarde o temprano se va arreglar y las van a tener que pagar”.
La esperanza en cambio necesita de hechos fácticos en que respaldarse encadenados a un pensamiento lógico que permite detectar políticas, variables o actitudes que generan un análisis cuya resultante abre un crédito positivo para el mediano o largo plazo.
Por ejemplo: la política exterior argentina con su clara vuelta a la comunidad de naciones verdaderamente progresistas y republicanas, con una Canciller con fuerte experiencia profesional en la
materia y la permanente búsqueda de la apertura de nuevos mercados, son datos de la realidad esperanzadores.
Este gobierno tiene Ministros y funcionarios que pertenecen a una u otra postura y así también es el resultado de su gestión y la percepción que tiene la sociedad de ellos.
Una buena parte de ellos están “viviendo de la generosidad política de Macri” ya que solo han demostrado optimismo y nada de esperanza despilfarrando alegremente el crédito político, que solo el Presidente tiene, por simple comparación y cada tanto cuando habla CFK o alguno de sus penosos ex funcionarios, por el espanto de lo que pudiera haber sido.
Muchos ministros, pocos eficaces.
Peña, Malcorra, Frigerio, Prat-Gay, Stanley y alguno más se salvan de esta descripción.
Pero para ser más claros, tomemos dos discursos de la historia, uno basado en la esperanza y el otro en el optimismo, en donde podemos evaluar los resultados posteriores:
Winston Churchill: “esta noche empezamos a ganar la guerra”, en el peor momento de Londres durante la segunda guerra después de ser arrasada por un tremendo bombardeo, el Primer Ministro expresaba su esperanza explicado públicamente el por qué, con la cantidad de derribos de aviones enemigos y en el máximo secreto por el hecho de que la obsesión de Hitler por arrasar la capital, liberaba de ataque los campos aéreos de la RAF
Fortunato Galtieri: “si quieren venir que vengan, le presentaremos batalla” en su discurso en una colmada Plaza de Mayo en 1982. El ex dictador representante de un grupo optimista del cual la sociedad tuvo que “pagar en cientos de vidas, mutilaciones, suicidios y abandonos” dramáticamente su mirada oportunista.
@r_jaen
